miércoles, 28 de abril de 2010

Eyjafjallajokull


Queridos lectores, consciente de que con lágrimas en los ojos habéis estado esperando un nuevo artículo, no me queda más que disculparme por someteros a tan cruenta tortura, pero estos días he estado recorriendo toda Europa. Norte, sur, este, oeste, o aquel o el otro. Todos los rincones del antiguo Continente (ahora llamado Carrefour) han gozado del honor de tenerme como visitante. ¿Viaje de placer? ¿Negocios? ¿Negocios de placer? No. Realmente no me propuse recorrer Europa en ningún momento. Yo fui a comprar pan y una nube más gris que la túnica de Gandalf ocultó tras su siniestro espesor los dorados rayos del Astro Rey (qué bien escribo, lástima que sea tartamudo).
En definitiva, como otros tantos europeos vagué preso de la ceguera en busca de mi hogar, pero privado del sentido de la vista, mala fue la orientación y crucé más fronteras que los discos de Julio Iglesias.
Finalmente di con mi añorada casa, y al conectar la televisión pude escuchar en una de las secciones de Sálvame, llamada Informativos (sí, Telecinco ya no es una cadena, es un programa de cotilleos con algunos espacios para otras cosas) que había estallado un volcán en Islandia, provocando que el cielo se volviese más oscuro que Mordor durante un eclipse.
Seguro que os habéis dado cuenta que tanto en las noticias de radio como en las de televisión no se han hecho eco (ecooo ecoo eco co o) del nombre del problemático volcán. La explicación es fácil. Semejante aberración de la naturaleza (con permiso de Carmen de Mairena) tiene por nombre Eyjafjallajokull, toma ya. ¿Quién lo bautizó? ¿Mary Poppins en mitad de un ataque de epilepsia? El supercalifragilístico suena a breve onomatopeya a su lado.
Pues este volcán, además de recordarnos que Islandia existe y que está más cerca de lo que pensamos, ha provocado un auténtico desastre en los vuelos internacionales de toda Europa. No se vivía una situación de semejante congoja en el continente desde que John Cobra se presentó a Eurovisión.
Las compañías aéreas están sufriendo las nefastas consecuencias de la explosión del Eyafanoquesé. Son incapaces de reanudar los vuelos con normalidad. Incluso se comenta que el verano será más lluvioso de lo normal debido a la pérfida nube islandesa.
Los expertos afirman que no se veía tanto humo concentrado en un lugar desde que Melendi y Sabina coincidieron en la misma habitación. Quizás por esto mismo los holandeses han sido los únicos que no han visto nada raro en el ambiente, además, como ellos vuelan sin necesidad de avión, pues más felices que Boris Izaguirre en una bicicleta sin sillín.
En fin. Como si el panorama no se nos presentase ya suficientemente gris.